CUARESMA




2 DOMINGO DE CUARESMA

Estamos en el 2º Domingo de Cuaresma, es tiempo de reflexión, oración, conversión y cambio, Pero qué difícil es cambiar, movernos de nuestras posturas y opiniones. Y de esto nos habla hoy la Palabra.

 Abraham era el patriarca, el jefe de la tribu, tenía el poder y la comodidad, además era ya viejo con 75 años, y el Señor le manda que salga de su tierra, de sus comodidades y se ponga en camino. Hacia la novedad que es el fiarse de Dios. Por eso Abraham es signo del cristiano que no puede quedarse en las comodidades, en lo antiguo, sino que está llamado a ir adaptándose a lo que Dios le va pidiendo en cada momento. El cristiano es el hombre del camino, del movimiento, nunca es la persona estancada y parada. Debe estar en continua mejora, conversión, transformación Proceso de crecimiento. ¿Por qué se arriesga Abraham?. 

Porque la voluntad de Dios le lleva a todo lo que él había soñado. Por eso el mismo Jesús quiere enseñarles a sus discípulos lo que les espera, para que conociendo la meta, tenga sentido su esfuerzo de cada día. 

ANTE LA PERSPECTIVA DE GANAR UN TROFEO TODO EL ESFUERZO TIENE SENTIDO…. SÍ VALE LA PENA ENTRENAR.. 

Pues la Cuaresma es esto, es tener claro lo que esperamos en el Señor, porque en ese caso estaremos dispuestos a no dejarnos llevar por las comodidades y seguir esforzándonos para conseguir nuestra meta. Dejemos que el Señor nos llene por dentro de ilusión, fuerza y esperanza…

1.     Este cocinado se realiza durante 40 días. No se puede pretender, en cuestión de horas, conseguir un guiso exquisito. La paciencia y perseverancia es fundamental.
2.   Hay que poner, a fuego lento, el corazón de cada uno. En primer lugar es necesario limpiar su interior con una buena confesión. Sin este paso previo, lo que volquemos en su interior se puede malograr o coger mal gusto.
3. A continuación, después de encender el fuego de la oración, hay que procurar que no se apague. Es importante que, al levantarnos por la mañana, demos un calentón, al mediodía un segundo encendido y, por supuesto, el tercero antes de acostarnos
4.   Una vez que, a fuego lento, vaya suavizándose el corazón con la Palabra de Dios, la Eucaristía u otros ejercicios de piedad, hay que añadir los siguientes elementos: amor, alegría y conversión.
5.     Cuando los tres ingredientes, amor, alegría y conversión, estén bien mezclados, hay que espolvorear un poquito de ceniza. No siempre las cosas salen como nosotros queremos. Y, la ceniza, le dará al guiso un cierto sabor de humildad.
6.     Si el amor es grande y abundante, hay que procurar servirlo –no solamente en el plato de uno mismo- sino también en el de los demás. Lo bueno hay que compartirlo con los más necesitados.
7.     Antes de que se evapore la alegría, hay que cubrir la cacerola del corazón con la tapa de la misericordia. Cuando uno está contento ha de procurar que su alegría sea duradera y contagiosa. Que no se escape.
8.   Si al servir el plato cuaresmal vemos que, los componentes, no han cogido el sabor que nosotros pretendíamos, no hay que preocuparse. Es cuestión de convertirse. Intentarlo de nuevo. Ser buena persona no es cuestión de proponérselo sino de aventurarse muchas veces.
9.  Es esencial para el cocido cuaresmal la limpieza. Nuestros tenedores (las manos), nuestro fuego (el amor), nuestra cuchara (los labios), nuestra mesa (el alma), han de contar con cierta higiene. No olvidar sazonar el cocido con las verduras de la esperanza, la fe o la caridad.
10.    Dependiendo de los comensales se puede o no añadir sal. Pero, siempre, ha de tener la justa y necesaria. Un poco de humor o de perdón, dará al guiso cuaresmal su punto.

11. Cuando veamos que el cocido está en ebullición hay que apartarlo un poco. Dejar que repose en la reflexión o en la meditación. A continuación servirlo en el plato de la fraternidad.


Finalmente no olvidemos nunca dar las gracias al Dueño de la huerta de la que hemos extraído todas las verduras: DIOS



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"CUENTO DE DON CARNAL Y DOÑA CUARESMA"

 Como todos sabéis, estamos en Carnaval, todo es fiesta y diversión pero… ¿por qué lo celebramos, alguien lo sabe? 
Os contaré una historia, escuchad: 
Hace mucho, mucho tiempo, en un lejano pueblo gobernaba don Carnal, el rey del Carnaval. Todos los años, por estas fechas, aparecía disfrazado y permitía a todo el mundo divertirse de la manera que cada uno quisiese. Y todos, como si estuviesen embrujados, lo hacían. Unos pasaban días y noches bailando, otros aprovechaban para disfrazarse y cometer fechorías ocultos tras sus mascaras, algunos hacían batallas de naranjas, tomates y huevos, y había quienes comían y comían sin parar, también les daba por gastar bromas pesadas a los demás…Como veis, lo que iba a ser algo divertido, acabó convirtiéndose en algo desordenado y peligroso. Todo este jaleo no gustaba nada a Doña Cuaresma, que era una vieja de siete piernas, poco comedora y nada amiga de tanta fiesta. Ella siempre lo advertía: 
--“Esto no es bueno, se desperdicia mucha comida, las bromas son muy peligrosas, se cometen muchos robos… Hay que parar todo esto o va a ocurrir alguna desgracia”. 
Don Carnal no hacía caso alguno: 
--“¡Bah!, eres una vieja sosa, aburrida y envidiosa. ¡Vete a tu casa a comer tu bacalao y deja nos divertirnos!”.
En vista de que Don Carnal no le hacía ni caso y temerosa de que algo grave ocurriese, Doña Cuaresma decidió luchar contra el reinado de Don Carnal a su manera. Mientras él trataba de llevarse a la gente de fiesta y les animaba a cometer maldades: robar chuches, correr por los pasillos, jugar al balón en las casas, pellizcar a los amigos, tirar papeles de todos los colores a la calle, hacer grandes banquetes y comilonas tirando a la basura lo que sobraba, cantar en la biblioteca… 
Ella intentaba deshacer el embrujo, convencerles que aquello no era bueno, había que tranquilizarse. Muchos días estuvo Doña Cuaresma intentando que la gente lo entendiese, porque, atraídos por tanta diversión, se dejaban llevar por Don Carnal. Pero poco a poco, quizás cansados ya de tanta fiesta, los habitantes del pueblo se fueron poniendo del lado de Doña Cuaresma, hasta que no quedó nadie que siguiese a Don Carnal, que se encontró sólo y aburrido. 
Cuando todos se dieron cuenta de los destrozos, la suciedad y los robos que se habían cometido, declararon a Don Carnal culpable de todo ello y le impusieron un castigo: sólo podría comer espinas de pescado y espinacas durante los cuarenta días que durase el reinado de Doña Cuaresma. 
Durante esos cuarenta días, como habían desperdiciado tanta comida, tendrían que comer sopas con aceite, agua y verduras y sólo los domingos podrían comer pescado, y es por ello que Y para poner fin al reinado de Don Carnal, celebraron el “Entierro de la sardina”, con la sardina enterraron las maldades cometidas y comenzaron una nueva vida en la que tendrían que recuperarse de tanta diversión inconsciente y arreglar los destrozos producidos, aprendiendo a convivir y divertirse en paz.

Podemos encontrar actividades y fichas para trabajar la Cuaresma en internet 











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